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miércoles, 25 de abril de 2012

HISTORIA: NOTAS SOBRE EL RECUERDO Y LA REMEMORACIÓN

Dedicado a quienes me acompañaron (como alumnos) por el camino de la Escuela Secundaria y del Instituto Superior de Formación Docente Nº 83. Igualmente, a los integrantes del Centro de Estudiantes

Abordar un hecho de un Pasado no vivenciado obliga a reconocer que se trata de una representación de la representación. Cuál es el carácter de la primera representación será para el ahora actual algo imposible de reconstruir.

Si no hay vivencia (conciencia inmanente de algo) todo lo que se construya tendrá el carácter de un 'como si' (condicional comparativo) que dice de lo aparente.

Igualmente, si por un momento nos alejamos retrospectivamente (la Astrofísica lo autoriza) e imaginamos los hechos de la Revolución de Mayo y a sus protagonistas, debemos observar que no era diferente su posición temporal a la propia de un atento observador de nuestro tiempo, digámoslo directamente, del historiógrafo. Dentro del cabildo de Buenos Aires cada quien planteaba sus argumentos; cada quien trataba de percibir con mirada y oído aguzado, por ejemplo, una determinada alocución. Habiendo abandonado el recinto el sujeto guardaría en su memoria como recuerdo el «ahora» de la alocución, pero no tardaría en advertir que gradualmente esas palabras ya no se le presentaban sucesivamente: el «ahora» de esa instancia primera comenzaba a hacerse menos claro. En una tercera instancia sólo lo rememoraba; su retención, que primero había sido recuerdo, se había convertido en percepción velada, o mejor, en algo semejante a un 'como si percibido inauténtico' y no a auténtica percepción (sólo dable en el «ahora» primero) de aquel objeto temporal. Si quisiera entonces transcribir aquella alocución no podría sino hacerlo de los trayectos principales, rescataría el concepto, pero nunca ese que fuera en su momento un «ahora actual», pues ese «ahora actual» se había convertido en un «ahora-sido». El documento, que la posteridad tendría a más de dos siglos de distancia ante sus ojos, sólo sería un  fantasma (una aparición) de aquella primera y auténtica realidad, definitivamente inasible como percepción, que es siempre ver, pero ver auténticamente, con presencia

¿Conoce el historiógrafo de nuestro tiempo la realidad pasada (como auténtico «ahora»), vale decir, aquello acaecido en el Cabildo? Conoce a través de «restos» (documentos) alojados en legajos de archivo. Su representación a través de documentos será siempre la de fragmentos con la tonalidad de un «habiendo sido», en suma, se le escapará la esencia (el núcleo duro) de aquel «ahora» y deberá aceptar (resignando) que el carácter de «objetividad» que atribuye a su quehacer, lejos está de esa pretensión, pues aquella «cosa» no la tiene «a-la-mano» ni «ante-los-ojos» (parafraseando a Heidegger).

Representación de una representación fragmentada: así se traducirán sus inquietudes y pretensiones objetivantes. De allí que pueda hablarse de auténtica historiografía durante 2.500 años hasta los inicios del siglo XIX. Sólo después comenzará la obsesiva perspectiva temporal).

Durante 2.500 años quien escribía historia no pensaba sino en trazar pinceladas de una realidad sobre un lienzo. Pinceladas asimétricas de un determinado accionar humano, de eventos siempre perecederos, completando su obra con comentarios personales o escritos de autores consagrados. La voz «objetividad» le era ajena; la voz «objetividad» sólo podía emerger en una época presuntuosa y de la mano de un hombre que se entendiera como centro del Universo: ese es el hombre del siglo llamado histórico, el siglo XIX. Nacía la conciencia histórica con sus himnos de guerra y banderas tricolores de venganza y rencor acompañando el progreso evolutivo de la victoriosa Revolución Industrial. La máquina que había comenzado a balbucear palabras de omnipotencia comenzaba a lucir su adultez y, con ella, su ansiado dominio. De allí en más la «era de hierro» se convertiría en la metáfora de la nueva cultura que, al doblar el siglo XX, gritaría su nombre y haría de la barbarie su bandera.

Hoy ha triunfado su espíritu. Sólo resta que una nueva subjetividad responda al desafío que impone avanzar por las hendijas que deja abierto el orden totalitario.]



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