HISTORIA: NOTAS SOBRE EL RECUERDO Y LA REMEMORACIÓN
Dedicado a quienes me acompañaron (como
alumnos) por el camino de la Escuela Secundaria y del Instituto Superior de
Formación Docente Nº 83. Igualmente, a los integrantes del Centro de
Estudiantes
Abordar un hecho de un Pasado no vivenciado obliga a reconocer que se trata
de una representación de la representación. Cuál es el carácter de la primera
representación será para el ahora actual algo imposible de reconstruir.
Si no hay vivencia (conciencia inmanente de algo) todo lo que se construya
tendrá el carácter de un 'como si' (condicional comparativo) que dice de lo
aparente.
Igualmente, si por un momento nos alejamos retrospectivamente (la
Astrofísica lo autoriza) e imaginamos los hechos de la Revolución de Mayo y a
sus protagonistas, debemos observar que no era diferente su posición temporal a
la propia de un atento observador de nuestro tiempo, digámoslo directamente,
del historiógrafo. Dentro del cabildo de Buenos Aires cada quien planteaba sus
argumentos; cada quien trataba de percibir con mirada y oído aguzado, por
ejemplo, una determinada alocución. Habiendo abandonado el recinto el sujeto guardaría
en su memoria como recuerdo el «ahora» de la alocución, pero no tardaría en
advertir que gradualmente esas palabras ya no se le presentaban sucesivamente:
el «ahora» de esa instancia primera comenzaba a hacerse menos claro. En una
tercera instancia sólo lo rememoraba; su retención, que primero había sido
recuerdo, se había convertido en percepción velada, o mejor, en algo semejante
a un 'como si percibido inauténtico' y no a auténtica percepción (sólo dable en
el «ahora» primero) de aquel objeto temporal. Si quisiera entonces transcribir
aquella alocución no podría sino hacerlo de los trayectos principales,
rescataría el concepto, pero nunca ese que fuera en su momento un «ahora actual»,
pues ese «ahora actual» se había convertido en un «ahora-sido». El documento,
que la posteridad tendría a más de dos siglos de distancia ante sus ojos, sólo
sería un fantasma (una aparición) de
aquella primera y auténtica realidad, definitivamente inasible como percepción,
que es siempre ver, pero ver auténticamente, con presencia
¿Conoce el historiógrafo de nuestro tiempo la realidad pasada (como
auténtico «ahora»), vale decir, aquello acaecido en el Cabildo? Conoce a través
de «restos» (documentos) alojados en legajos de archivo. Su representación a
través de documentos será siempre la de fragmentos con la tonalidad de un
«habiendo sido», en suma, se le escapará la esencia (el núcleo duro) de aquel «ahora»
y deberá aceptar (resignando) que el carácter de «objetividad» que atribuye a
su quehacer, lejos está de esa pretensión, pues aquella «cosa» no la tiene
«a-la-mano» ni «ante-los-ojos» (parafraseando a Heidegger).
Representación de una representación fragmentada: así se traducirán sus
inquietudes y pretensiones objetivantes. De allí que pueda hablarse de
auténtica historiografía durante 2.500 años hasta los inicios del siglo XIX. Sólo
después comenzará la obsesiva perspectiva temporal).
Durante 2.500 años quien escribía
historia no pensaba sino en trazar pinceladas de una realidad sobre un lienzo.
Pinceladas asimétricas de un determinado accionar humano, de eventos siempre
perecederos, completando su obra con comentarios personales o escritos de
autores consagrados. La voz «objetividad» le era ajena; la voz «objetividad» sólo
podía emerger en una época presuntuosa y de la mano de un hombre que se
entendiera como centro del Universo: ese es el hombre del siglo llamado
histórico, el siglo XIX. Nacía la conciencia histórica con sus himnos de guerra
y banderas tricolores de venganza y rencor acompañando el progreso evolutivo de
la victoriosa Revolución Industrial. La máquina que había comenzado a balbucear
palabras de omnipotencia comenzaba a lucir su adultez y, con ella, su ansiado
dominio. De allí en más la «era de hierro» se convertiría en la metáfora de la
nueva cultura que, al doblar el siglo XX, gritaría su nombre y haría de la
barbarie su bandera.
Hoy ha triunfado su espíritu. Sólo resta que una nueva subjetividad
responda al desafío que impone avanzar por las hendijas que deja abierto el
orden totalitario.]
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